En nuestro país, antes de cualquier debate
filosófico, en la generalidad de los casos, se plantean las siguientes
interrogantes:
¿Existe algo llamado así como filosofía peruana?
La contestación unánime, por no decir
mayoritaria es: Por supuesto que sí.
Desde que el primer hispano pisó tierras americanas. Desde el mismo instante
que llegaron a ‘civilizarnos’ y a
evangelizarnos.
¿Hubo filosofía en los Andes?, o de otra forma, ¿existió o existe filosofía andina?
Por supuesto
que no, exclamarán en coro y al unísono los académicos
y filósofos ‘profesionales’. No pudo ni
podía existir, ¿las razones? Son innumerables.
Pero muy otra cosa es plantear:
¿Existió o existe filosofía occidental en los Andes?
(Así debería
formularse a la existencia o no de la filosofía en los Andes)
Esta es nuestra respuesta y tesis capital: Por supuesto que no.
Sin embargo, el desafío no es solamente de que
ciertos sectores de los peruanos, y algunos académicos oficiales, reconozcan
que existe filosofía andina. No es suficiente dar por un hecho la existencia de
tal filosofía sin más. Sino, ¿ahora qué? Una filosofía propia, ¿para qué?
En efecto, no se trata pues de demostrar docta
y convincentemente, de que hay, aunque
dispersa y disgregada, una filosofía en los Andes, sino que la cuestión
también está en responder: Una filosofía andina, ¿para qué?
Particularmente, haciendo efectiva un
cuestionamiento al ‘universalismo filosófico’ de la globalización y
contraponiéndole un pensar filosófico vuelto a lo “propio” conforme a nuestras
necesidades e intereses, trazamos los pasos posibles, EL CUAL IMPLICA:
En primer término, plantear y
formular nuestras ‘diferencias’ de
concepción. Como una filosofía de etnia (etno-filosofía)
y con un interés emancipatorio, base de nuestra nacionalidad.
En segundo término, dirigir y orientar
la reflexión filosófica hacia aspectos fundamentales de la realidad histórica y
cultural de nuestros pueblos. Como una ‘filosofía
de la historia’ y como una práctica filosófica.
En tercer término, consolidar y
sistematizar los principios vertebrales de nuestra particular concepción
filosófica. Como una filosofía cultural “no-anatópica”
y como un quehacer filosófico trascendente.
En cuarto término, enlazar y
conectar a la filosofía de otras tradiciones histórico-culturales. Como una
filosofía ‘intercultural’ y como una
actividad ‘dialógica’ y ‘polilógica’. El que incluye,
contribución y aporte al pensamiento y cultura de la humanidad.
Tal planteamiento obedece a un proyecto
filosófico que, quiérase o no, está inmerso en un Proyecto Nacional, un
proyecto cultural e ideológico. “Nuestra
América, que entra a una historia ajena bajo el signo de la dependencia, no
puede dar origen a una cultura de la dominación, sino de liberación. Si algo ha
de aportar nuestra cultura a la cultura universal es precisamente su carácter
liberador”. (Leopoldo Zea).