F. NIETZSCHE


AUTOBIOGRAFÍA DE FEDERICO NIETZSCHE
(Correspondencia de Nietzsche a Brandes, Turín, Italia, abril 10 de 1888).

“Nací el 15 de octubre de 1844, en el campo de batalla de Lützen. El primer nombre que llegó a mis oídos fue el de Gustavo Adolfo. Mis antecesores han sido nobles polacos (Nietzky); en mí se nota bastante el tipo polaco, a pesar de las generaciones de madres alemanas.
                En el exterior se me considera polaco: este año, en el hotel de Niza, me anotaron como polaco. Me contaron también que una cabeza como la mía se encuentra entre las obras del pintor polaco Mateiko.
                La madre de la mía ha sido del círculo Goethe-Schiller, de Weimar. Su hermano ha sido superintendente después del gran Herder.
                Tuve la suerte de estudiar en la misma escuela de donde salieron muchos hombres célebres que se crearon fama en la literatura alemana. Hemos tenido, en nuestro gimnasio, maestros que honrarían cualquier Universidad. Estudié luego en Bonn y más tarde en Leipzig. El viejo Richl, que era el más célebre filólogo alemán de su tiempo, me notó muy pronto.
                Cuando tenía 22 años fui colaborador del “Literarischer Central-Blatt”. Soy creador también de la Sociedad Filológica de Leipzig, que aún existe hoy. En 1868 la Universidad de Basilea me ofreció la cátedra de Filología. Todavía no era titulado yo, pero la Universidad de Leipzig me otorgó después el diploma de doctor, sin examen ninguno, sin exigirme siquiera una disertación.
                Estuve 10 años -1869-1879- en Basilea. Tuve que renunciar a la ciudadanía alemana, porque si no, como oficial de artillería, debía presentarme a menudo al servicio y esto me había de arrancar de mis trabajos académicos, pero hasta hoy sé manejar un cañón o cualquier otra arma. En la Universidad de Basilea, a pesar de mi juventud, todo iba bien. En muchos casos el examinado era más viejo que el examinador.
                En Basilea tuve la gran suerte de conocer bien a Jacob Burkhardt, que vivía como un anacoreta y se dedicaba solamente a su labor intelectual. Pero suerte mayor ha sido para mí la de haber trabado relaciones, en seguida de llegar a Basilea, con Ricardo y Cósima Wagner, que vivían en su casita, sobre una isla, cerca de Lucerna, separados completamente del mundo. Durante algunos años compartimos penas y alegrías, pequeñas y grandes; nuestra confianza era ilimitada (en el 7mo. tomo de sus “Obras Completas”, Wagner habla del “Origen de la tragedia”). Gracias a esta amistad pude trabar relación con muchos hombres y mujeres, puedo decir con todo lo intelectual europeo, desde Petersburgo a París.
                En 1876 empeoró mi salud. Pasé entonces un invierno en Sorrento con mi vieja amiga la Baronesa Meisenburg (“Memorias de una idealista”) y con el simpático doctor Paul Rée. No tuve mejora. Sufría de terribles dolores de cabeza, que devoraban mis fuerzas. Pasaron algunos años y llegó un tiempo en el que estaba enfermo 200 días del año. La enfermedad debía de ser local. No tenía ningún carácter neuropático. Nunca sufrí de enfermedades mentales, ni tuve fiebre ni me desmayé. Mi pulso estaba tan débil como el de Napoleón I.
                Me especialicé en aguantar los más atroces dolores. Lanzando durante algunos días sin interrupción, no perdí por eso el sentido ni la claridad de mi razón.
                Circuló un rumor de que yo había estado recluido en un manicomio y que había muerto allí. Es mentira. Nunca estuvo mi espíritu tan lúcido como en aquellos días. Testigo: “La aurora roja” que escribí en el invierno de 1881, estando solo, alejado de amigos, médicos o parientes y soportando los más atroces e increíbles dolores. Este libro es para mí un dinamómetro: lo escribí con el mínimo de fuerza y salud.
                Desde 1882, mejoré. Me voy curando, aunque lentamente. La crisis ha pasado. (Mi padre murió muy joven, casi a la edad que yo tenía entonces). Aún ahora debo ser prudente; necesito condiciones climatológicas especiales y sufro mucho. Me veo obligado a pasar los veranos en Engandin y los inviernos en Niza. Después de todo mi enfermedad me fue muy útil: dio libertad a las potencias de mi alma, me devolvió mi energía y mi yo. En realidad soy, gracias a mis instintos, una bestia valiente, hasta peleadora. La larga y difícil resistencia ha hipertrofiado un poco mi orgullo. Pregunta usted, ¿si soy filósofo? No tiene importancia…”.





Estudioso de
Nietzsche

Y por qué
Nietzsche…


Y POR QUÉ NIETZSCHE?

En el 2005 publicamos La Concepción Filosófica Andina y Federico Nietzsche” que, a nuestro criterio, alcanzó y tiene DOS logros que nos parecen de suma validez, y de ahí la justificación para que haya salido a luz pública.
Primero: Haber desentrañado y delimitado, con toda nitidez, lo cardinal y vertebral de todo sistema filosófico: Sus Principios Filosóficos (La Reciprocidad, la Unicidad Relacional, la Complementariedad).
Previamente, se hubo de establecer cinco Valores Culturales del Pensamiento Andino: (1) Preservación y respeto a la naturaleza, (2) Ciclicidad del tiempo, (3) El trabajo como fuente de alegría, (4) El sentido comunitario, (5) Celebración simbólica y visión mítica. Los cuales, por su peculiaridad, condicionan la vigencia y funcionabilidad de los Principios Filosóficos mencionados.
Segundo: Encontrar coincidencias con el Primer Deconstructor del Racionalismo (logocentrista europeo y blanco), con el primer filósofo postmoderno que se anticipó a su tiempo (Nietzsche). Desde ahí, ‘la filosofía andina’ tenía el camino desbrozado para su reconocimiento, profundización y sistematización.
No se trata, pues, de una correspondencia forzada ni traída de los cabellos, como podrían suponer ciertos diletantes y voces peregrinas.
Sin embargo, ¿por qué pues relacionarlo con Nietzsche y no con uno u otro filósofo de los tantos que hay? Por lo siguiente:
- Lo medular: Su Filosofía es una Filosofía del Ser y no del Tener. En su concepción suprema, el hombre superado no es el que tiene más, sino el que es más. Entiéndase que hablar de filosofía nietzscheana es hablar de valores.
- Tiene puntos de vista tan discrepantes y discordantes a las acostumbradas elucubraciones racionalistas. Por ejemplo: Su modo de concebir el tiempo de manera circular, el Eterno Retorno. La tierra y la naturaleza como tema filosófico. Asimismo, la complementariedad de la intuición artística y la lógica del sentimiento con el pensamiento lógico racional para alcanzar la sabiduría.
- Por otro lado, ¿en qué sistema filosófico se basan los actuales cuestionadores postmodernos y deconstruccionistas europeos? ¿No es acaso en Nietzsche?
- Nietzsche es pues el polo opuesto, lo contrario de la tradición cultural europea. Es el antisocrático que puso en entredicho toda la racionalidad de las ‘verdades universales’, con sus categorías de lo Apolíneo y lo Dionisíaco.
- No sólo eso. Es el principal artífice del anticristianismo (por ende, estimulador involuntario -acá- del “pachakamismo”); el mismo que valora y tiene en alto aprecio a las otras religiones que están más acordes a la existencia humana.
- Por añadidura, fue el primero, por no decir el único, en plantear la ‘transmutación de todos los valores’. ¿A qué valores se refiere?, a los valores ¿de qué cultura?
Ahora, ¡menciónese, a ver, algún otro nombre que haya buscado demoler, desde sus cimientos, toda la ideología europea, judía, apostólica y romana! Por otro lado, ¿acaso no hablan, los ‘actualizados e informados’, de Postmodernidad e Interculturalidad? El simple hecho de relacionar DOS filosofías es pues ya un ejercicio de Filosofía Intercultural.   
En concreto, la crítica a la racionalidad científica (lo que precisamente hace Nietzsche), es pues fundamental para desestructurar la concepción ‘etnocida’ de progreso y modernidad occidental, que desconoce y/o deslegitima otras formas de conocimiento, tildándolas de “irracionales”, “arcaicas”, etc. por lo que rechazan todo lo originado en el mundo de las culturas ‘de color’ como productos de la ‘barbarie’, que se contrapondría a la ‘civilización moderna’.
He aquí que Nietzsche no sólo es Maestro sino también un insustituible aliado. “No arrodilla la razón para que reinen los intereses bastardos sino para que la vida pueda tomar alto vuelo”.
Es Franz Tamayo quien, en buena cuenta, sintetiza la intencionalidad nuestra, respecto al panegírico de Nietzsche: “Enseñar el dominio de sí mismo e instituir el culto al valor y la fuerza en todas sus formas. Hay que enseñar el gusto de vencerse, el desprecio a los peligros, el desdén a la muerte. Hay que enseñar el amor a la acción en todas sus formas, y desechar de una vez para siempre la ‘ataraxia crónica y endémica, individual y colectiva, física e intelectual’, que nos embargan y de la que nacen infinitos perjuicios en todo orden. Debemos ser nuestra propia brújula. (…) ‘La raza está deprimida, encobardecida y estupefacta’, por causa de las ‘prédicas imbéciles de los inválidos’… de aquellos que hablan de ideales de humanidad, de justicia eterna y humildad, contraviniendo la única doctrina seria, que predica la máxima expansión de la vida como Individuos y como Nación”.
Éstas son nuestras razones.